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La Maternidad, una dificil decisión.

embarazada

Durante años la maternidad ha sido considerada muestra de femineidad, el logro que confirma la realización personal de la mujer. De ahí que se la dotara de un supuesto instinto maternal que la definiría, y cuya ausencia supondría sospechas y desconfianza.
La evolución de la sociedad y el espacio recuperado por las mujeres han llevado a cuestionarse este tópico.

Muchos estudios desmienten la existencia del instinto maternal como algo inherente a la naturaleza femenina, y dirigen las explicaciones de su aparente existencia a un aprendizaje cultural inducido con fines interesados para garantizar la natalidad suficiente para el desarrollo sociocultural de pueblos y naciones, del mismo modo que se han ido perfilando los roles que hombres y mujeres hemos asumido en la historia. Dicho esto, y considerando que en todo caso la posibilidad de ser madre sí es inherente a la naturaleza femenina, cada mujer en algún momento de su etapa fértil tendrá que decidir si la maternidad será un objetivo en su vida o no, lo que la llevará también a un planteamiento acerca de la forma y el momento de tener un hijo.
Dejando a un lado los embarazos que se producen por descuido a edades tempranas, y los casos en que la pareja desea formar una familia cuanto antes, lo más habitual es que el planteamiento de la posible maternidad se lleve a cabo en un rango de edad limitado por ser cada vez más tardío. A los 20 años queda todo el tiempo del mundo para ser madre, la mujer está preparándose para su futura vida profesional - se encuentra empezando una vida laboral que no le interesa interrumpir; a los 30 también es pronto para muchas mujeres. Es sobre todo a partir de los 35 años cuando cuando la idea de ser madre aparece con más insistencia, y más tarde esta idea puede convertirse en cierta preocupación. La barrera de los 40 se presenta como una amenaza a la fertilidad, donde el embarazo deja de ser algo natural para pasar a considerarse de riesgo. Encontrarse en esta edad sin tener un hijo y queriendo tenerlo es una realidad cada vez más frecuente para muchas mujeres, por varios motivos:

- La perspectiva de realización personal que se abre para la mujer al reconocerse su derecho a un desempeño profesional, lo que conlleva años de preparación y de lucha para conseguir una situación estable. Si bien es cierto que una maternidad precoz puede truncar otros objetivos personales y profesionales, también existe el riesgo de un excesivo aplazamiento que puede llevar a la mujer a una edad arriesgada para ser madre, por no encontrar el momento, la seguridad, el afianzamiento, la estabilidad que deseaba lograr antes de tener a su hijo.

- La falta de garantía de permanencia de la pareja. En el ‘matrimonio para siempre’ las mujeres tenían un amplio horizonte de vida para optar por la maternidad: muchas veces por cumplir con un rol establecido o por un sentido femiliar; otras muchas, sin embargo, para compensar una vida vacía e infeliz. Hoy, cada vez existen menos horizonten asegurados para una pareja, que ha de probar y garantizar su relación día a día. También hay cada vez menos condenas de infelicidad para aliviar con la función maternal. La decisión de tener un hijo reviste una nueva responsabilidad que tiene que ver con el marco de vida que podrán ofrecer a su hijo. Esta responsabilidad, directamente proporcional a la responsabilidad que mutuamente asume la pareja, hace que en ocasiones la decisión de tener un hijo sea postergada un año tras otro, hasta rozar las fronteras de la etapa fértil de las mujeres.

- La negativa de la pareja a ser padre. Una mujer podrá querer ser madre o no, pero si vive en pareja habrá que tener muy en cuenta las expectativas que sobre este aspecto tiene el posible padre. Habrá que contar con el instinto paterno. Si ella quiere, pero él no, se llega a una situación de stand by: es difícil que una mujer renucie; es más habitual que deje pasar los años esperando que el tiempo haga variar la postura de su pareja. En esta espera, nuevamente la mujer puede verse en los 40 sin haber realizado su deseo.

- La falta de pareja. Las relaciones afectivas están cambiando su estilo. La ruptura de muchas parejas infelices ha provocado un aumento de la imparidad, y por parte de muchos, la resistencia a establecer nuevos compromisos de largo alcance, propiciándose otro estilo de relaciones afectivo-sexuales donde la maternidad o la paternidad no suelen ser los objetivos.

- La infertilidad. El proceso de descubrimiento y la exploración de todas las opciones posibles enfrenta a las mujeres a un proceso doloroso y frustrante que tiene dos salidas: la renuncia a la maternidad o la opción de la adopción. En muchos casos la necesidad de ser madre tiene que ver con una pulsión interna que precisa el acto físico de la maternidad, pero en otros muchos el impulso maternal -que no instinto- se ve satisfactoriamente cumplido al volcarse amorosamente en un hijo adoptado.


Carmen Molina Ortíz de Zárate
PSICÓLOGA - Colegiada M-12725
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